En la fecha negra de 1492, en la península ibérica se puso fin a quince siglos de riqueza cultural y científica aportada por la población judía. Se dice bien! fueron quince siglos!. Un pasado judío en nuestra península, que quedó aquí en las piedras, en la tradición oral y como se va descubriendo, por escrito.
Antes de comenzar a describir su historia, debo pedir disculpas por las posibles imprecisiones históricas que pueda cometer, dado que no soy profesional en este tema. Mi objetivo es proponer al lector un eje espacio- temporal en el que pueda situarse, cuando lea artículos esporádicos publicados en el blog.
El asterisco (*) que coloco junto a algunas palabras, indica que sobre este concepto o personaje, incidiré más en publicaciones futuras.
Los judíos españoles, tuvieron una organización comunitaria ejemplar, consecuente al padecimiento a lo largo de su permanencia en la península de matanzas, restricciones económicas y sociales y expolios en su patrimonio, llegando en muchas ocasiones a sufrir vejaciones y humillaciones irracionales e impactantes desde nuestra forma de pensar actual.
Hay datos más o menos justificados de la presencia de judíos en la península desde el asentamiento de los fenicios* y otros pueblos en el Mediterráneo, pero existen más aún de que ya existían comunidades en el siglo I d.c, consecuencia de la destrucción del Templo de Jerusalem* y la diáspora*. Esos grupos iniciales fueron incrementándose y extendiéndose desde el Mediterráneo hacia el norte de la península, conviviendo y adoptando los usos de los demás habitantes del Imperio Romano.
La situación no varió demasiado bajo el reino visigodo*, mientras la religión imperante era la arriana*(Siglos V y VI), pues aplicaban las leyes romanas,pero cuando Recaredo* se convirtió al catolicismo en el año 586 y se centraron en buscar la unidad del reino mediante la religión, las cosas cambiaron para los judíos en la península. En el año 613, se dictó la primera ley por la que se obligó a los judíos a convertirse al cristianismo. Un gran número se marchó y asentó en el Norte de África, otro número importante fue esclavizado y el resto configuraron el primer grupo de conversos de la historia de España.
Durante los siglos VIII a XI, se registró en la Península fuerte inmigración de población judía, desde el Norte de África y otras zonas de oriente, intensificándose las relaciones con dichos territorios orientales ( razón que puede explicar el hecho de que existan restos arquitectónicos en Castilla y otras zonas de España con pinturas, estilo, etc, con influencia Bizantina)fundamentalmente porque la invasión musulmana y la crisis entre los visigodos lo propiciaron. Los árabes toleraban el judaísmo en aquella época y además supieron apreciar las habilidades y conocimientos que los judíos poseían en relación al comercio y administración del Estado, situándolos al servicio de califas en estos trabajos, pudiendo potenciar y desarrollar en ese ambiente de tolerancia otras habilidades lliterarias, científicas y artísticas.
Mientras, en los territorios cristianos del Norte existieron asentamientos judíos importantes en torno al Camino de Santiago. La situación de los judíos en territorio cristiano, no era la misma que en el sur, porque aunque los reyes les consideraban como una propiedad real y les otorgaban algún privilegio como la caloña*, que no se cumplía con mucho rigor, no eran tan valorados por los monarcas cristianos (más influídos por la Iglésia), como por los califas.
En la segunda mitad del S.XI, los cristianos avanzaron hacia el sur en su reconquista, estableciendo nuevas fronteras, de modo que poblaciones que antes eran súbditos de califas, pasaron a ser súbditos de reyes cristianos. En esa transición los reyes necesitaron reorganizarse, por lo que utilizaron las destrezas de los judíos que habitaban en ellos para lograrlo, introduciéndose así en la dinámica del funcionamiento político y económico cristiano, servicios que antes no existían.
La llegada de los Almorávides desde África y la crisis de los reinos taifas, obligó a los judíos bien a huir al Norte, bien quedarse y pagar fortunas a los nuevos invasores para mantener su estatus.
En el S.XII con la aparición de las ciudades, los judíos ven delimitadas de forma más definida sus parcelas de territorio para vivir y trabajar. Aparecieron entonces las juderías como tal, situándose éstas por lo general en zonas cercanas al castillo y plaza mayor ( por importancia en la vida social y comercial). Aunque los monarcas les concedían Fueros*,sin embargo existieron tensiones de carácter religioso.
La existencia de rígidas clases sociales de carácter feudal, también se encontraron en la población judía, en la que existió una verdadera aristocracia judía muy ligada a la corte cristiana. Existió también un sector de la población aún muy ligado al agro, pero comenzaron a ganar fuerza y prestigio oficios como la orfebrería, la herrería y la confección con telas como la seda, reforzamdo además los judíos españoles la ruta comercial que unía la Península con la actual Polonia: La ruta del Ámbar ( razón que explica la existencia y presencia numerosa de judíos en Varsovia).
El S.XIII se caracterizó por la reconquista de territorios y ciudades consideradas estratégicas para las Coronas de Castilla y Aragón, aspecto que marcó la política y la vida en las comunidades judías. En esta etapa los judíos ya ocupaban cargos como funcionarios en un sistema administrativo más organizado, tanto en la gestión y administración de los territorios conquistados, como de las finanzas, tanto de reyes (toda la mecánica relacionada con la guerra) como de las gentes del pueblo.
La forma de pago en este contexto histórico, por parte de los reyes era mediante privilegios, tierras y riquezas. Y si además se tiene en cuenta que entró en vigor una ley eclesiástica según la cual se prohibía el préstamo de moneda entre cristianos, se fue generando un ambiente hostil entre las gentes del pueblo, muy diezmadas por las guerras en el que comenzó a prevalecer la idea de que los judíos eran usureros cuando realmente ocupaban un cargo establecido.
Este clima hostil era mayor en la zona norte de la Península, por su cercanía con otros países europeos, donde existía en aquellos momentos un antijudaismo marcado ( muy influidos por las idéas de los dominicos y franciscanos, quienes predicaban en todos los ámbitos sociales, que los judíos son descendientes de aquellos que crucificaron a Jesús) además de persecución contra los Cátaros* en Francia. Así el Concilio de Letrán* supuso el comienzo de una existencia dramática para la población judía en la Península, siendo víctimas de injurias, juicios por parte de la Inquisición*, conversiones forzadas,etc, que se intensificaron aún más en el S.XIV y que originó incluso división y conflictos dentro de las propias juderías entre la aristocracia judía y los estamentos de comerciantes y artesanos por otro.
La guerra civil castellana causada por las desavenencias entre los Trastamara*, causó ataques masivos muy cruentos contra las juderías. En el Reino de Aragón, la peste negra causó muchas bajas en las juderías, además de crisis económica interna, que curiosamente en la segunda mitad de ese siglo se incrementó por el exceso de población y expansión tras la recuperación.
La organización en las juderías estaba más evolucionada en la Corona de Aragón y en Navarra, que en la de Castilla, especialmente en lo relativo a sistema administrativo y jurídico, contando además con mayores ventajas y privilegios.
La nobleza contribuyó también a promocionar el odio a los judíos, ya que en su afán por preservar su poder e influencias frente al monarca.Los reyes por tanto veían en los judíos su tabla de salvación ante este hecho, de modo que la existencia tranquila de los judíos se veía limitada a los períodos de reinado de aquellos reyes que les protegían, tambaleándose si éste fallecía y quedaba un vacío de poder o un sucesor contrario a ellos.
Y llega la hecatombe!. Ya en 1378, el arcediano de Écija* fanático por exterminar a los judíos en Sevilla, incitó a la acción a la masa popular quien incendió la judería de Sevilla, asaltándose después otras en cadena, llegando a la de Toledo y así por toda la Península.
No tuvieron mucho tiempo para reponerse del golpe, porque a partir de 1391, Vicente Ferrer logró deshacer y hacer desaparecer muchas juderías al incitar y forzar a la conversión a sus habitantes, estimular a otras autoridades a promulgar leyes contra los judíos y a presionar a los propios judíos para que se traicionasen entre sí.
La primera mitad del S.XV, permitió una cierta recuperación y reconstrucción de la vida judía para los habitantes de las juderías, aunque no al mismo nivel y esplendor que en los siglos anteriores. La diseminación de la población y la existencia de una nueva clase social, la de los conversos que ocuparon los cargos que antes ostentaban los judíos, pudo justificar que la creatividad cultural y científica se diluyese.
La situación no era favorable para los conversos tampoco, ya que fueron perseguidos y acusados desde la Iglésia Católica de judaizar, detonante para que influídos los monarcas Isabel y Fernando, vieran necesario tomar medidas drásticas. Así en 1478, logran una bula papal que autorizaba una reforma en la Inquisición, en 1480, nombran nuevos inquisidores, en 1483 nombraron Inquisidor General a Tomás de Torquemada, quien moldeó el sistema inquisitorial que duró hasta el S.XVIII.
Los inquisidores terminaron de convencer al los soberanos, de que la insumisión de los conversos se debía a la presencia de judíos, llegando a expulsarles en 1483 de Córdoba y Sevilla, desde donde huyeron a Extremadura. Fue la primera fase de un proceso que culminó en 1492, fecha en la que se firmó el edicto de expulsión en Granada.
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